Me coloco la
capucha, acelero el paso y me intento perder entre la multitud. Me encuentro
perdida entre las mil gotas de llovizna que gentilmente se posan en mis
vestimentas, mi pelo, mi rostro. Confundo las lágrimas con gotas de lluvia, el
cielo gris refleja mi alma que, vacía, intenta iluminar el poco tiempo que le
queda.
Varias voces me
piden una razón, una explicación sobre el por qué de mi forma de existir. El
único que responde es el silencio.
El silencio no solo
otorga, si no, dice la verdad. Cuantos silencios reflejaron el mas puro amor
cuando antes de unir sus labios, esperaron ansiosos con el aliento aguantado el
más cálido de los "te amo".
En cuántos silencios
lloraste el adiós de tu amor verdadero. Cuando creíste que no había nada mas
que hacer, que no hacer nada mas que cerrar esa puerta. Verte parado al frente
de ella, que con lágrimas en los ojos, cortes escondidos, rodillas débiles y costillas
salidas, te rogó por atención y lo único que se pudo responder fue un
"no".
Ahí la esperanza se
perdió, los dos corazones dejaron de latir, recuerdas ese silencio antes de ese
beso, que te juró amor eterno, y te dejas caer.
Caes.
Entonces, dejas de
existir.
Escucho miles de
personas hablando, gritándose, amándose...solo las escucho, mis ojos se
encontraban rojos, mis sentidos se encontraban dormidos, mi corazón débil. Todo
era una montaña rusa y yo, me encontraba sentada sin cinturón, esperando, con
esperanza, a que halla una vuelta para desvanecerme en la nada. Para perderme
en la nada de mi universo.
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