Los ojos quedaron en
blanco, la sonrisa se desvaneció y quedo
en el aire el ultimo suspiro que pudo haber pronunciado un simple adiós. No dio
tiempo de volver a verlo, no nos dimos el tiempo y el tiempo desapareció de
nuestras manos. Voló como una paloma, que regreso a verlo el día de su
funeral.
Una pausa, un
silencio aún sin aceptar. Todo lo que supimos fue probado una mentira, una
simple ilusión de una vida perdiéndose de sí misma.
Al anochecer, los queridos juntaron copas en su nombre.
Tomaron y bebieron en forma de celebración, él se fue a la mejor vida…a la cual
no sabemos de su certeza. La fe es ciega, el alma se eleva y busca la fe en la mínima
corriente de aire para elevarse, impulsarse y desaparecer bajo un rayo de sol,
encontrando una felicidad, un más allá.
Recuerdos se
contaban, aún con el olor a alcohol, lágrimas y un cuerpo con aquellos ojos que
no pudieron parpadear un segundo mas.
Me senté a observar
a los que entraban, muchas señoras con paños en las manos, limpiándose las
lagrimas que sus viejos cuerpos emanaban, un grupo de madres y sus parejas
llorando recordando lo convivido con esa persona.
El cuerpo estaba ahí, la gente alrededor
mostrando los mas sinceros pésames, e incluso algunos se encontraban ahí,
mirando al suelo preguntándose por qué no lo visitaron, como si cambiara el
trayecto de la vida del difunto. Al igual que habían personas ahí por
compromiso, escabulléndose entre la mesa de piqueitos.
El cuerpo estuvo ahí
y no me atreví a mirar.
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